Casilda Fuentealta llegó a a Bosquegrande a bordo del "Atalaya Azul", un barco enorme construido artesanalmente por los nativos del lugar, que habían logrado hacer notorio su arte después de muchos siglos de silencio obligado.
El Atalaya, como ya le llamaban, estaba hecho de tal forma que parecía tener alas, finamente diseñado. Toda la tripulación había participado de una u otra manera en su construcción. Casilda también se sentía partícipe aunque sus ancestros no pertenecieran a Bosquegrande, pero había sido la primera en comprar un pasaje. No viajaba sola, sino que llevaba consigo su fortuna, a sus hijos, que habían vuelto a darle vida a su vida, después de haberlos perdido por imposición, por la estafa de un imperativo legal que escondía la crueldad humana hecha de promesas rotas, de asedios, de venganzas...
Casilda poseía la belleza y la naturalidad del amor que siempre la había distinguido de los demás.
En Bosquegrande no pretendía recuperar el tiempo perdido porque como ella decía el tiempo se vive, sea bueno o sea malo... los años robados... no quería vendar el pasado lleno de heridas... Ansiaba vivir el alumbramiento de cada uno de sus hijos, despacio, como cuando se planta un grano de mostaza y va creciendo hasta convertirse en un árbol donde las aves comen y anidan llenas de amor.
A Casilda Fuentealta no le dio tiempo a ver, a oler, a sentir la energía del árbol, pero hizo algo más grande y poderoso, plantó la buena semilla.
El Atalaya, como ya le llamaban, estaba hecho de tal forma que parecía tener alas, finamente diseñado. Toda la tripulación había participado de una u otra manera en su construcción. Casilda también se sentía partícipe aunque sus ancestros no pertenecieran a Bosquegrande, pero había sido la primera en comprar un pasaje. No viajaba sola, sino que llevaba consigo su fortuna, a sus hijos, que habían vuelto a darle vida a su vida, después de haberlos perdido por imposición, por la estafa de un imperativo legal que escondía la crueldad humana hecha de promesas rotas, de asedios, de venganzas...
Casilda poseía la belleza y la naturalidad del amor que siempre la había distinguido de los demás.
En Bosquegrande no pretendía recuperar el tiempo perdido porque como ella decía el tiempo se vive, sea bueno o sea malo... los años robados... no quería vendar el pasado lleno de heridas... Ansiaba vivir el alumbramiento de cada uno de sus hijos, despacio, como cuando se planta un grano de mostaza y va creciendo hasta convertirse en un árbol donde las aves comen y anidan llenas de amor.
A Casilda Fuentealta no le dio tiempo a ver, a oler, a sentir la energía del árbol, pero hizo algo más grande y poderoso, plantó la buena semilla.
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