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domingo, 4 de septiembre de 2011

MARÍAS



Jamaica Bú era morena, de piel suave y sonrisa tímida, aún con el fuego de juventud en su mirada.
Jamaica la llamó su madre porque nació con una sonrisa y porque en su paladar tenía el dibujo de una isla. Creció en un barrio de esos que muchos llaman humildes, para acallar un mínimo, aunque más no sea, sus conciencias...
Durante algunos años de su vida, vio como su madre llenaba de países la casa, porque todas sus hermanas, eran siete, tenían nombres de países o de continentes. Jamaica solía decir -mamá siempre notaba en nosotras algo diferente en el instante preciso de nacer-.
La sonrisa de Jamaica, limpia, amplia, inmaculada, nunca desaparecía, ni aún en los momentos en que su isla palaciega se desdibujaba por el hambre, la suciedad o por los parches de conciencias redentoras.
Cuando Jamaica Bú fue madre, llamó María a su hija y la cubrió con un paño gris que bebió rapidamente la humedad oleosa del cuerpecito tierno y moreno.
Ella hubiese querido llamarle Abundancia, sí, María Abundancia, pero la situación no daba para más... Tal vez con el tiempo, quizás con más esfuerzo... Jamaica podría ver sus sueños hechos verdad, tener más hijas y llamarlas Alegría, Felicidad, Justicia, Razón, Libertad, ¡ah!... pero siempre precedido de María, por si acaso...

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