Cuando Maravillas Randal tuvo hijos, creyó que podía seguir manifestando con la urgencia egoísta de siempre, sus deseos, sus caprichos, y disfrutar lo que ella llamaba libertad.
Se dio cuenta, después de algún tiempo, que la independencia de su alborotada vida, pertenecía de principio a fin y para siempre a sus hijos.
Los ojos de Maravillas tenían el brillo de las piedras preciosas, era una mujer enérgica y mal hablada. Se suponía que se comportaba así para esconder su verdadero dolor; para ocultar la tempestad que padecía su alma...
Siendo niña, tuvo un sueño que años más tarde revivió en una sesión de hipnosis, dirigida por un mentalista famoso en un programa de televisión.
En el sueño, ella conducía un camión y al mismo tiempo escuchaba su voz en la radio, que le indicaba cómo andar por esos lugares de atormentadas montañas.
Maravillas Randal, daba alaridos imponentes durante la sesión, el público se asustó de tal manera que muchos abandonaron el lugar. Ella no contestaba a las preguntas del mentalista que quería saber hasta qué punto sufría la carencia de no haber sido comprendida...
Cuando Maravillas despertó del sueño hipnótico, todo le parecía diferente y preguntaba lo que había pasado...
En el fondo de sus ojos quedaron atrapados los momentos de angustia con tanta fuerza que empezó a vomitar litros de destellos de color del ámbar que inundaron el escenario. Las lágrimas de Maravillas Randal eran como diminutos charcos de agua que se posaban entre sus pechos erguidos, desafiantes, anunciando una nueva maternidad, esta vez distinta, sin los ultrajes de su libertad, sin la ausencia de comprensión.
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