Cuando Remigia Andares, decidió hacer de su vida una continua nocturnidad, había cumplido 45 años.
Para su familia, fué una sorpresa agria, pero Remigia tenía una personalidad definida, un carácter picante y una voluntad sin demasiados vaivenes.
Siempre había madrugado, los amaneceres tenían que ver con su alegría de espíritu, con la energía que dan las primeras luces, pero ella quería oler el perfume alegre de la infamia de la noche, del que muchos hablaban como de un camino que no se podía eludir.
Remigia pretendía echar fuera las penúltimas rimas de su alma, bailar al son de las luces de colores y mojar su piel con ese líquido característico que tienen las noches, sin importar si es invierno o primavera.
Remigia Andares quería vivir muchas vidas en una sola noche, y si era necesario se cambiaría hasta el nombre para que nadie la acusara de irresponsable. Se proponía sentir hasta lo más hondo de su ser, buscaba emocionarse como nunca lo había hecho; ser cóndor o paloma... Vivir con abundancia la noche presente y las venideras...
Para su familia, fué una sorpresa agria, pero Remigia tenía una personalidad definida, un carácter picante y una voluntad sin demasiados vaivenes.
Siempre había madrugado, los amaneceres tenían que ver con su alegría de espíritu, con la energía que dan las primeras luces, pero ella quería oler el perfume alegre de la infamia de la noche, del que muchos hablaban como de un camino que no se podía eludir.
Remigia pretendía echar fuera las penúltimas rimas de su alma, bailar al son de las luces de colores y mojar su piel con ese líquido característico que tienen las noches, sin importar si es invierno o primavera.
Remigia Andares quería vivir muchas vidas en una sola noche, y si era necesario se cambiaría hasta el nombre para que nadie la acusara de irresponsable. Se proponía sentir hasta lo más hondo de su ser, buscaba emocionarse como nunca lo había hecho; ser cóndor o paloma... Vivir con abundancia la noche presente y las venideras...
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