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jueves, 22 de septiembre de 2011

RECORRIDO


A Macario Testa se le hizo difícil acostumbrarse a su nombre hasta que no fue adulto y comprobó su exclusividad en muchos de los lugares donde había vivido.
No tuvo hermanos, ni hermanas, ni los privilegios del hijo único. Su carácter guarda conceptos ancestrales con respecto al amor y a la fidelidad, pero cambia con las novedades tecnológicas, literarias, políticas y sociales.
Macario Testa sigue siendo un hombre de su tiempo. En su juventud se sumergió en el mundo del rock and roll y proclamaba su ateísmo para que nadie supiera que en su Ser llevaba escondido un gran tesoro de Luz.
Su mirada clara, honda, a veces perturbadora, hace entender el bien y el mal del próposito de la vida.
Los ojos de Macario, recuerdan lo grandioso y lo sencillo, tienen el poder de convicción y autoridad. Le gusta explicar cada cosa como si de un manual de instrucciones se tratara y que le escuchen como a un Juez que dicta una sentencia absolutoria, como a un maestro que enseña con devoción, como a un sacerdote que se esfuerza por explicar con sencillez las palabras de Jesús: "La verdad os hará libres".
Macario Testa encuentra en la soledad el refrigerio para su alma y espacio para apreciar la belleza de las cosas, mitigando el cansancio físico de ver y oír, recordando sueños que aún no se han cumplido pero que caminan en dirección a la meta. Su intuición, en parte natural, en parte adquirida y aprendida le hace descansar en el dominio de la espera.
A Macario le gusta decir que la vida ha venido a su encuentro como cuando nos enamoramos sin quererlo.
Cuando volvió de un largo viaje de años, todos pretendieron verlo cubierto de ese éxito obligado por el solo hecho de haber recorrido más kilómetros que otros, pero su énfasis original continuaba intacto, ese era su éxito.
No le perdonaron que tanta ausencia no le sirviera para atesorar bienes y documentos.
Macario Testa es diferente, como su nombre, a muchos les ha costado acostumbrarse a su forma de ser, hasta que se han dado cuenta de su exclusividad.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

FRUTA MADURA


Katarina Panambá abrió los ojos a la vida en medio de la grandiosidad de las tierras del sur, sus ancestros pertenecían al frio de los dos extremos del mundo. Sus ojos negros, profundos, azabache, carbón, como un cielo de invierno envuelto en nubes nocturnas, su piel blanca-rojiza, daban cuenta del origen musical de su nombre y de la raíz profunda y firme de su apellido.
Los contrastes físicos de Katarina hacían que la gente se equivocara al definirla...
¿Cómo es Katarina?, ¿Qué hace Katarina?, ¿Qué piensa Katarina?.
Katarina es simple, directa, conserva esas cualidades que todos tenemos a la hora de nacer.
Katarina corre veloz persiguiendo al viento helado y tramposo.
Katarina piensa que la alegría de vivir la acompañará siempre porque sus padres la concibieron al son de un villancico con música pegadiza y letra en latín.
Katarina es sensible y robusta como las cuerdas del arpa, le gusta contonearse entre los pastizales siempre húmedos.
Cierto dia, al pasar por un destacamento militar, vió en la entrada, colgada en la pared, una enorme fotografía de sandías, papayos y melones cortados en forma vertical, luciendo la madurez de sus colores que resultaban extravagantes y apetecibles. Le pareció extraño; luego supo que semejante fotografía con la inscripción "Bienvenidos", había sido una decisión unánime de los soldados que querían demostrar su amor a la patria.
Katarina se sintió hurgada en toda su intimidad al ver aquella fotografía inmensa que observó durante largos minutos. Su piel se cubrió de brillos multicolor y aroma a madreselva; así se mantuvo, quieta, con los ojos entreabiertos, aprendiendo las nuevas sensaciones, las primeras...
Katarina Panambá sentía el ritmo insistente de la tierra profunda en su pecho, en sus muslos, hasta sus oidos llegaban susurros musicales, inquietantes, desconocidos; susurros calientes, frios, sinceros, tramposos...
Katarina atravesó la puerta, quiso saber más...

viernes, 9 de septiembre de 2011

MARAVILLAS


Cuando Maravillas Randal tuvo hijos, creyó que podía seguir manifestando con la urgencia egoísta de siempre, sus deseos, sus caprichos, y disfrutar lo que ella llamaba libertad.
Se dio cuenta, después de algún tiempo, que la independencia de su alborotada vida, pertenecía de principio a fin y para siempre a sus hijos.
Los ojos de Maravillas tenían el brillo de las piedras preciosas, era una mujer enérgica y mal hablada. Se suponía que se comportaba así para esconder su verdadero dolor; para ocultar la tempestad que padecía su alma...
Siendo niña, tuvo un sueño que años más tarde revivió en una sesión de hipnosis, dirigida por un mentalista famoso en un programa de televisión.
En el sueño, ella conducía un camión y al mismo tiempo escuchaba su voz en la radio, que le indicaba cómo andar por esos lugares de atormentadas montañas.
Maravillas Randal, daba alaridos imponentes durante la sesión, el público se asustó de tal manera que muchos abandonaron el lugar. Ella no contestaba a las preguntas del mentalista que quería saber hasta qué punto sufría la carencia de no haber sido comprendida...
Cuando Maravillas despertó del sueño hipnótico, todo le parecía diferente y preguntaba lo que había pasado...
En el fondo de sus ojos quedaron atrapados los momentos de angustia con tanta fuerza que empezó a vomitar litros de destellos de color del ámbar que inundaron el escenario. Las lágrimas de Maravillas Randal eran como diminutos charcos de agua que se posaban entre sus pechos erguidos, desafiantes, anunciando una nueva maternidad, esta vez distinta, sin los ultrajes de su libertad, sin la ausencia de comprensión.

domingo, 4 de septiembre de 2011

MARÍAS



Jamaica Bú era morena, de piel suave y sonrisa tímida, aún con el fuego de juventud en su mirada.
Jamaica la llamó su madre porque nació con una sonrisa y porque en su paladar tenía el dibujo de una isla. Creció en un barrio de esos que muchos llaman humildes, para acallar un mínimo, aunque más no sea, sus conciencias...
Durante algunos años de su vida, vio como su madre llenaba de países la casa, porque todas sus hermanas, eran siete, tenían nombres de países o de continentes. Jamaica solía decir -mamá siempre notaba en nosotras algo diferente en el instante preciso de nacer-.
La sonrisa de Jamaica, limpia, amplia, inmaculada, nunca desaparecía, ni aún en los momentos en que su isla palaciega se desdibujaba por el hambre, la suciedad o por los parches de conciencias redentoras.
Cuando Jamaica Bú fue madre, llamó María a su hija y la cubrió con un paño gris que bebió rapidamente la humedad oleosa del cuerpecito tierno y moreno.
Ella hubiese querido llamarle Abundancia, sí, María Abundancia, pero la situación no daba para más... Tal vez con el tiempo, quizás con más esfuerzo... Jamaica podría ver sus sueños hechos verdad, tener más hijas y llamarlas Alegría, Felicidad, Justicia, Razón, Libertad, ¡ah!... pero siempre precedido de María, por si acaso...