A Filomena nunca le gustó su nombre, y para hacerlo más tierno se hacía llamar Fina. Muchos creían que se llamaba Josefina, incluso un dia recibió una carta a nombre de Josefina Aguaviva, era de una antigua vecina que se había ido a vivir a una gran ciudad, de esas que tienen muchos museos, cines, teatros, grandes estatuas y mucha gente corriendo.
Filomena lo había visto en las películas de la tele y en grandes fotos de los libros de historia con los que se estudian en los colegios.
Su vecina, casi amiga, la invitaba a conocer aquella gran ciudad ¡Sí! por fin podría ver de verdad las calles llenas de gente, visitar museos y caminar de prisa sin motivo.
Filomena era elegante, perseverante, algunas veces fantasiosa y curiosa, fue lo que pensó su madre cuando le puso ese nombre.
Cuando pisó la gran ciudad llena de luces, de enormes tiendas, de edificios que tocaban las nubes, quedó atrapada en sus emociones, su curiosidad empezó a desplegarse.
La primera visita que Filomena y su amiga hicieron, fue a un museo especializado en estatuas, que los visitantes no podían tocar ¡Había tantas...! Cada sala de áquel museo era como un bosque inanimado, como un grupo de atletas inmóviles, esperando la orden de salida para competir. Las dos mujeres agarradas del brazo caminaban despacio por las calles del museo, con los ojos brillantes por la sorpresa ante tanta belleza y de rato en rato las bocas abiertas de admiración.
El teatro llamaba mucho la atención de Filomena, cuando se lo proponía, podía interpretar espontaneamente y contar mentiras a la gente preguntona. Ella y su amiga decidieron ir a ver una obra de teatro sin diálogos. Los actores se paseaban por los pasillos del teatro interpretando con gestos. Filomena estaba impresionada. Aquella noche no pudo dormir.
El viaje a la gran ciudad estaba siendo memorable, su amiga resultó ser una gran guia o quizás la conocía más de lo que Filomena pensaba.
Por la mañana fueron de compras, visitaron parques centenarios donde Filomena se abrazaba a árboles que nunca había visto. Comieron comidas típicas, caminaron por callejuelas milenarias con olor a humedad y a historia reñida en sus fachadas.
Una de las últimas visitas que Filomena y su amiga hicieron, fue a una gran tienda de antiguedades, donde se probó un vestido hermoso lleno de abalorios y encaje, y mientras se paseaba así vestida por aquella gran superficie, sumergida en otra época, descubrió que su nombre proviene del griego y significa "la muy amada" . Comprendió que su madre acertó al ponerle Filomena. El viaje a la gran ciudad le había servido para conocerse, para aceptarse, para mirarse en el espejo y entender su naturaleza emotiva y su deseo de vivir con pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario