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domingo, 13 de diciembre de 2015

REFLEXIONES DE NAVIDAD

 Navidad. Natal. Nadal. Natividad. Nacimiento.
No soy fan de la Navidad. Fisicamente he dejado de ser una niña que se desesperaba de curiosidad por saber de las sorpresas que envolvían los paquetes de regalos.
Hoy, es mi niña interior la que abre regalos que son auténticas sorpresas, asombrosas enseñanzas que van encendiendo la luz de cada rincón oscuro de mi corazón, de cada vértice atrofiado de mi mente y siento cómo la esencia de mi Ser disfruta de un amanecer permanente que se va abriendo muy poco a poco y me maravillo a cada instante, y disfruto de la libertad de ir desintegrando los miedos, las culpas, los rencores, la insastifacción... todo ese paquete lleno de luces por fuera y absolutamente oscuro por dentro.
Sigo sin ser fan de la Navidad pero quiero que a cada instante haya un nacimiento, un comienzo, una conexión con la luz, con la 
libertad, con el amor. Quiero abrir regalos todos los días, los regalos que yo misma me doy.
¡FELIZ NAVIDAD!

miércoles, 26 de agosto de 2015

LA CASA

Le gustaba vivir en aquella casa grande, desvastada por los años, al pie de una colina, cerquita del mar.
Durante el día se sentía viva, libre, pero cuando llegaba la noche la casa quedaba a la deriva, entonces Belinda Naos dormía en el techo sobre las tejas torturadas por el sol y el aire, por la lluvia y los vendavales otoñales.
En ocasiones esa soledad hiriente le hacía mirar para uno y otro lado como buscando a alguien. Por instantes se sentía desesperada, agitada. Miraba la casa despacio, como acariciándola o dándole arañazos. Tantos años deseándola, no por egoísmo ni por ese absurdo sentimiento de posesión sino por esa emoción guardada como un tesoro, indescriptible que sintió la primera vez que entró en ella y
supo  que quería habitarla, aunque dicen que son las casas  las que eligen a sus habitantes.
A Belinda Naos le gustaba todo de aquella casa, solo que el mar se lo había inventado. Allí no había mar, ni arena ni olas, ni lunas radiantes y las colinas se veían a lo lejos.
Las calles anchas llenas de árboles eran el atributo más desafiante de aquel lugar.
La casa verde en la utopía, era roja en la realidad. Las rosas chinas rojas del jardín. La chimenea sin usar en una sala grande, cuadrada y fria como una morgue, los suelos de mármol color vainilla. Las habitaciones oscuras, la cocina rara, como si no perteneciera a la casa; más atrás un espacio abierto con más luz que llevaba a otra calle con más silencio desde donde se divisaba la gran pantalla de un cine de verano exhibiendo películas eróticas en blanco y negro que a Belinda le gustaba ver furtivamente.
La casa que no eligió a Belinda Naos tenía que superar un karma por eso la maltrataron, la hicieron presa, le cerraron el camino hacia el cine de verano y en el jardín ya no hay rosas chinas rojas. 
 

viernes, 21 de agosto de 2015

PAISAJE

 

La vista le daba para identificar aún, con el vehículo en movimiento los intestinos de las montañas, algunas alumbradas por el asomo primero del sol.
Al otro lado, el mar majestuoso, tranquilo, en este amanecer, de los penúltimos del verano.
El trayecto de ida o de vuelta siempre le parecía como la primera vez, lleno de interrogantes.
Sus emociones galopaban o trascendían desde lo profundo, dándole sosiego, comprensión, alegría ante una nueva etapa, ante un nuevo día. Un estreno.
La perspectiva de lo nuevo le daba felicidad.
Le encantaban los cambios, jugar al escondite con la rutina.
Más altas o más bajas las montañas iban quedando atrás, el mar aparecía o desaparecía entre las vueltas y revueltas del vehículo.
La blancura de las primeras casas se veían ya, la pequeña ciudad daba signos de vida.

 

sábado, 27 de junio de 2015

El tiempo oculto



Llegó a casa con un nuevo corte de pelo, alegre, con energías nuevas. Le miró una y otra vez mostrando distintas sonrisas. Nada. Ni un hola cariñoso. Había cansancio en su mirada y también en su cuerpo según manifestó desde su postura en el sofá.
Había aburrimiento. Rutina insaciable, ya no quería darse cuenta como antes de los cambios. Ya no inquiría con la mirada respuestas cariñosas, ya no admitía nuevas estructuras para cambiar, aunque sí las ideaba.
Cada vez quedaba más lejos aquel tiempo de admiración. En este ahora casi todo eran correcciones, cambiar el tiempo de los verbos, buscar atributos conformistas o permanecer en el silencio que otorga el miedo.
Una nube de colores atravesaba el espacio físico para refrescar la mudez atragantada.
El sol seguía siendo el protagonista, el anfitrión de siempre pero que todos los días volvía a casa con la invitación rechazada.