Llegó a casa con un nuevo corte de pelo, alegre, con energías nuevas. Le miró una y otra vez mostrando distintas sonrisas. Nada. Ni un hola cariñoso. Había cansancio en su mirada y también en su cuerpo según manifestó desde su postura en el sofá.
Había aburrimiento. Rutina insaciable, ya no quería darse cuenta como antes de los cambios. Ya no inquiría con la mirada respuestas cariñosas, ya no admitía nuevas estructuras para cambiar, aunque sí las ideaba.
Cada vez quedaba más lejos aquel tiempo de admiración. En este ahora casi todo eran correcciones, cambiar el tiempo de los verbos, buscar atributos conformistas o permanecer en el silencio que otorga el miedo.
Una nube de colores atravesaba el espacio físico para refrescar la mudez atragantada.
El sol seguía siendo el protagonista, el anfitrión de siempre pero que todos los días volvía a casa con la invitación rechazada.